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09 de Marzo del 2018

La mente detrás del mapa imaginario de Excursiones

La mente detrás del mapa imaginario de Excursiones

Entrevista con Pablo Boffelli, autor de las imágenes que invitan a recorrer el transmedia de Señal Santa Fe.

Foto: Maxi Conforti

 

Para Pablo "Feli" Boffelli, el dibujo se ha convertido en un medio de vida, en un oficio al que, sin embargo, sigue entendiendo como un juego. Con la misma pulsión de un niño, Feli mantuvo al dibujo como una vía de escape al tedio que sentía durante su paso por una escuela técnica donde sin embargo consiguió herramientas de dibujo aplicado. Por entonces, Feli alimentaba dos universos paralelos: el de las carpetas de trabajo, que desarrollaba respetando las normas, y aquel que construía en los márgenes de hojas que escondía para no ser descubierto. Feli, así, comenzó a crecer como un dibujante marginal.


El desembarco en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Rosario significó un impass en su hasta entonces inquebrantable vínculo con el dibujo creativo. "En Arquitectura aprendí a usar el dibujo como una herramienta, como un lenguaje, cómo expresar ideas. Pero dejé ese mundo del costado, marginal", recuerda. Fue en esa misma casa de altos estudios, sin embargo, donde los mundos de Pablo Boffelli entraron en contacto, a partir de una propuesta de Juan Germán Guardati, profesor de Proyecto Arquitectónico. "Nos pidió que lleváramos dibujos que no tenían nada que ver con la arquitectura –detalla Feli–. Entonces llevé algunas cosas mías, dibujos y collages digitales. Y el tipo me empezó a pinchar para que dibujara, me redescubrió ese lado que medio había abandonado, me rescató esa parte más personal, de otro tipo de dibujo. Me hizo mezclar las dos cosas, entonces empecé a hacer dibujos más raros, más plásticos, no tan funcionales a la arquitectura. Pero la educación a uno no lo abandona nunca, a menos que seas muy renegado. Es muy difícil dejar de lado la manera en la que aprendiste a pensar. Yo aprendí a pensar y dibujar como arquitecto, entonces lo que hago es expresarme con ese lenguaje. Tampoco me molesta. Por ahí cuando hablo con algún artista o dibujante que conozco, rescatan mucho mi perspectiva, algo que para mí es natural. La gente de Bellas Artes, los ilustradores o diseñadores gráficos, piensan en otras cosas, color, simbología, otros conceptos. En mi caso no es que mezclo a propósito las cosas, sino que es inevitable. No reniego, aunque sí trato por ahí de investigar otras maneras, otros lenguajes”.

Una vez concluido el cursado académico, Boffelli alternó el trabajo en distintos estudios de arquitectura, y como integrante del cuerpo docente de Arquitectura, con la creación artística, que comenzó a visibilizarse cuando se encontró con la universalidad de Internet. Un descubrimiento que le debe a su hermano menor, Andrés, con el que también compartía la composición de canciones. Esa labor compartida también rindió sus frutos: allá por 2007, mientras se disolvía la banda de grunge que Feli integraba desde 2001, los hermanos comenzaron a darle forma a Mi Nave (https://minave.bandcamp.com), proyecto que en menos de diez años se convirtió en uno de los más relevantes de la música independiente rosarina.

La mención a Mi Nave no es menor: a medida que el grupo comenzaba a transitar la escena rosarina, la obra gráfica de Feli (y, también, de Andrés) cobraba trascendencia, ya como parte de los volantes promocionales de los shows de la banda o bien a partir del contacto con otros músicos con los que compartían además el oficio del diseño o la ilustración. “En el sello Polvo Bureau (NdR: con el que editaron sus dos últimos discos, Estela y Tristeza) la mayoría de los fundadores eran diseñadores gráficos, lo que le daba una estética visual muy definida. Al toque pegamos afinidad”, ejemplifica Feli.

La inserción en el circuito cultural rosarino abrió nuevos espacios de circulación para la obra de Feli, que había logrado trascendencia a través de la web, pero que todavía era un autor desconocido en su propia ciudad. “Mostrar mis trabajos a través de Internet hizo que quisiera mostrarme mucho más. Las plataformas de Internet realmente funcionan para conectar: las imágenes viajan, no paran, están ahí. Al principio empecé a trabajar para eso, producía para subir a Internet, porque me daba ritmo, había un feedback. De hecho al principio el reconocimiento llegó más de afuera que desde Rosario. Empecé a publicar en libros de Europa, en Corea, Estados Unidos. Y acá en Rosario seguía trabajando en el estudio de arquitectura”, explica.

A partir de la irrupción de Mi Nave en el circuito musical local, llegaría también la posibilidad de tener presencia en publicaciones locales: primero en Planeta X a partir de sugerencia de Santo Martínez (diseñador y por entonces baterista de Aguas Tónicas), lo que permitió que sus trabajos cobraran visibilidad en la ciudad. Más tarde, su trazo se lució en fanzines impulsados por Iván Rosado (que comenzaba a proyectar su camino como editorial), Revista Apología y El Eslabón, y sus dibujos comenzaron a participar también de diferentes muestras. En paralelo, Internet siguió funcionando como vía de acercamiento a autores, gestores y editores, lo que derivó en la aparición de Punch, libro que recopila parte de su obra y que en 2016 fue publicado por Galería Editorial de Buenos Aires.


Prolífico y en constante movimiento, Pablo Boffelli va configurando una obra amplia y creativa, donde en ocasiones saca a relucir una aguda mirada social, que tamiza con un humor ácido, con el absurdo y ciertos componentes fantásticos como condimentos. Elementos, todos, que van configurándose como característicos de una voz autoral ya distintiva. Sin embargo, para Feli la persecución de esa voz personal no es un objetivo, sino un camino sobre el cual seguir transitando. “Me gusta la idea de pensar que sigo dibujando en el borde –admite–. No sé si lo hago consciente, pero me gusta sentir que todavía sigo estando en busca de un escape. Al mismo tiempo me gustan los lugares a los que llegué, porque siento que llegué por mi propio trabajo y no porque soy hijo de alguien famoso... Sigo sintiendo que me podría ir mejor, no siento que tenga que hacer la plancha. Siento que la obra no es un dibujo, sino una construcción entre el primer dibujo y el último que haga. Me gusta pensar en la figura del autor, que abarca más disciplinas que el artista. Y me gustan los autores que cambian, no por una cuestión de moda sino porque buscan evolucionar. Uno aprende cosas nuevas, conoce cosas nuevas. Y lo nuevo puede no ser mejor, pero sí distinto. Es como esto de meterse al río, que nunca es el mismo. Yo trabajo desde la sinceridad, sé que lo que dibujo soy yo, no lo cuestiono. Es mi voz, pero sigo dibujando para mí, hago todo el esfuerzo posible para que, pese a que sea para otro, sea primero para mí. Y que al otro le sirva como una versión de lo que quiere. Es un feedback. Y en esto tiene también que ver la arquitectura: alguien viene y te dice que quiere un lugar para vivir. Uno tiene que ceder, y en todo caso podés ver dónde metés tu personalidad. Es difícil, y no es obligatorio, pero si hay algo que te mueve, inquieta, y necesitás expresarlo, hay que aprovechar cualquier oportunidad. Entonces esa voz personal está, pero puede cambiar el timbre, lo que uno dice, porque uno madura, crece, tiene problemas nuevos. El mundo cambia alrededor tuyo, más en este país, en esta ciudad, donde vas todo el tiempo de arriba para abajo. Si sos insensible, no ves los cambios, pero si tenés sensibilidad esas modificaciones te pegan, te lastiman, te hacen bien. Y es inevitable que eso aparezca”.

- En tu caso, el humor muchas veces aparece como un modo de acercarse a esa realidad. ¿Ese humor surgió naturalmente?

- En el secundario no dibujaba bien, sino que dibujaba lo que veía y sentía. Y era gracioso porque era la realidad desde mi punto de vista. Siempre me acuerdo que un día tenía que dibujar mi pieza y la dibujé toda desordenada, como era: cuando lo vio mi vieja, me hizo borrar la cama y que la dibujara armada. Después, de grande, ese filtro dejó de estar. Los dibujos seleccionan una parte, y trato que sean frescos: por ahí la realidad es terrible, pero la forma del dibujo y en la posición que me pongo, hacen que te saquen una sonrisa. Porque no sé si es una risa, no sé si hago reír. Pero si no tuviera humor, sería la realidad... Eso me encanta de Quino, por ejemplo: para mí es un fotoperiodista, pero que redibuja, que saca algunas cosas, exagera otras, y logra una caricatura de la realidad, con personajes que no son reales. Las expresiones son una mueca, entonces deja de ser dramático y pasa a ser simpático. De Quino también aprendí mucho sobre el dibujo mudo. Si bien tiene muchos con texto (Mafalda, por ejemplo) también tiene mucho mudo. Una vez leí que él no estaba tratando de hablarle a la Argentina, sino al universo. Eso también tiene que ver con el dibujo de la arquitectura: si me traen un plano de Suiza, no tengo que preguntar, lo veo y lo entiendo, porque es un lenguaje universal entre arquitectos. Y cuando dibujo, trato de dialogar con la literatura, el arte, el periodismo, la política. Siempre trato de hacer referencias a distintas cosas. Si bien son dibujos mudos, la palabra está. Eso me interesa, y me gusta mostrar imágenes que puedan ser entendidas en cualquier parte del mundo. Y sin humor no se puede vivir, la realidad te aplasta”.

La excursión de Feli

Durante el proceso de desarrollo del nuevo proyecto transmedia de Señal Santa Fe, el nombre de Feli apareció como el indicado para darle forma al extraordinario mapa de Excursiones, donde creó “una pampa entre ciudad, campo y río... exagerada”. “Yo pienso al dibujo como una herramienta, y me gusta que me convoquen para hacer lo que necesitan –explica–. Siento que me buscaron para hacer Excursiones porque mis dibujos servían. Pero fue bastante difícil hacer el dibujo, porque había bastantes requisitos que cumplir, había muchos condicionantes, y a la vez estaba muy claro lo que había que hacer. Yo me acostumbré, por la arquitectura, que al momento de hacer un dibujo hay que tener muchas cosas en cuenta: la estructura, las instalaciones, el clima, la gente, la calle, la plata de la que dispone el que se hace la casa. En mi caso, cuanto más límites tengo, mejor dibujo”.

Y es en este punto donde los universos de Feli muestran su fructífera coexistencia: “Es como una contradicción esto de los límites, porque se supone que el arte es libre. Entonces me cuesta hablar de arte, porque lo siento más como un oficio. Lo que estoy haciendo es esto, un trabajo. Y me sale esto de poder aglutinar todo. Y acá la línea ayuda mucho: el mapa lo hice en una hoja grande en la que fui dibujando y después la línea y el ojo fueron organizando todo. Fui llenando la hoja, teniendo presente lo que tenía que estar, me concentré en hacerlo. Y cuando completé todo, ahí empecé a flashear, a hacer chistecitos, pero primero tenía que decantar la organización, los límites. Tenía un profesor de la Facultad que decía que la arquitectura es un 5 por ciento inspiración y un 95 por ciento transpiración. Esto fue más o menos así, mucho de pensar. Y me gusta cómo quedó. Las cosas que me gustan no tienen que ver con que sean lindas, sino porque pienso en los límites que tenía y la lógica con la que está lograda”.

Lógica, imaginación, arquitectura, música. Para Feli, todo está atravesado por el dibujo: “Todo el tiempo estás dibujando, cuando soñás, cuando abrís la heladera... A veces la línea es visible y otras invisible. En el mapa de Excursiones, la grilla invisible que hay es casi tan importante como lo que se ve. Hay una grilla implícita, que no se ve, y es el verdadero dibujo”.

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