Vuelvo a mi pueblo a registrar las salas de cine abandonadas. Mi papá, entusiasmado, decide acompañarme en la búsqueda. En ese momento, yo todavía no sabía que en los 70 él y sus amigos habían filmado una película sobre ese mismo pueblo. No sabía que en gran parte la edad del cine dorado en Díaz había sido impulsada por él.
Entre fotos y guías de teléfono, empezó el recorrido por las salas. Encontramos espacios vacíos, sucios, olvidados. ¿Dónde se fueron los recuerdos que los habitaban?
La película cada vez se situaba más hacia el lado del espacio compartido: hacer un nuevo recorrido con mi papá y filmarla juntos. Con una cámara en la mano, quería preguntarle ¿por qué abandonó su pasión por el cine?.
Esa pregunta aún resuena entre las imágenes y el olvido. Antes de empezar el rodaje, papá nos abandonó. Entre el silencio de las salas abandonas, y la ausencia, emprendo un viaje solitario para volver a encontrarme con él.
