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CADÁVER EXQUISITO

Sinopsis de los micros

 

Cadáver Exquisito es un ciclo de microprogramas que indaga las nuevas producciones culturales de un grupo de jóvenes que viven y buscan desarrollar sus proyectos en la ciudad de Rosario. En cada microprograma, la diversidad de miradas se convierte en un ensamblaje experimental de diversas subjetividades juveniles.

 

8 capítulos de 5 minutos / 2010 / Cultura / Arte / Jóvenes

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“La música es todo para mí. Todo, todo, todo. Todo es música para mí”, dice uno de los chicos, en medio de oboes, violoncelos, guitarras, pianos y trombones. El primer programa de Cadáver Exquisito muestra las producciones culturales de un grupo de jóvenes que viven y buscan desarrollar sus proyectos en la ciudad de Rosario en relación con la música. “La música es parte de mi vida, es todo, me libera, puedo volar, puedo fascinar, puedo ir a otro mundo”, dice una chica. “La música es una de las mejores formas de expresar lo que uno siente”, dice otro de los jóvenes, con una flauta traversa en la mano, en medio de una orquesta.

El Sitck Boxing, creado por el grupo Dinamita Dinamita, es una práctica a medio camino entre el box (para generar un golpe de vista en el transeúnte) y la calle. “Se trata de un colectivo de personas, que busca tomar una calle y pintarla entre todos”, dice uno de los jóvenes. “Todo lo que se ve está pensado sobre cómo puede quedar un lugar, por más peligroso, inaccesible y alto que fuese. Y es ahí donde entra la adrenalina y el placer de hacerlo”. El gusto por el anonimato, son paredes que están ahí pero que nadie se detiene a ver: “No son una idea, ni un pensamiento, en el mejor de los casos una reflexión”. El arte urbano, por los jóvenes, hoy: “Mi único fin es embellecer la ciudad”, dice otro.

Un grupo de jóvenes registra las imágenes de una ciudad en movimiento: monumentos, parques, plazas, el río, las estatuas, las personas, los automóviles, la naturaleza, los bares, la calle. “Yo elijo mostrar el mundo como quiero”, dice uno de los adolescentes. “Nosotros recorremos la ciudad en busca de imágenes”, reflexiona otro frente al arroyo Saladillo. “Las imágenes me sirven para conocer lugares que no conozco”, “las imágenes me sirven para recordar”, explican. Un barco atraviesa el puente, en un río como el Paraná, y dicen: “Las imágenes me sirven para saber que la belleza está en todos lados”. 

“No me gusta el olor a pescado”, dice una joven frente a la cámara. Los autorretratos aparecen y desparecen entre las imágenes, como los gustos, las preferencias, los rostros de las personas, los sabores, los instantes, las cosas, los objetos o las historias de aquellos que forman parte. “Me gustan mucho las mañanas de otoño”, “me gusta encontrarle manchas a la pared”, “me gusta tener sentido de la estética”, “no me gustan los fantasmas, aunque no existan”, “me gusta caminar por la noche en la ciudad y ver las fachadas de los edificios antiguos”, “me gusta tirarme a leer debajo de un árbol de la Plaza López”, dicen, entre miles de voces y retratos propios. 

El Hip Hop es un arte urbano que marca el pulso de la ciudad. Sus principales artistas se dan cita en estos microprogramas con Rosario como testigo privilegiada de su cadencia, sus ritmos y sus bailes. “Para mí bailar es disfrutar con amigos, es expresarme, es poder mostrarle al otro lo que siento a través del baile”, dice uno de los jóvenes. La creatividad, la música y la danza se imbrican en las cuatro patas: el disc jockey, el maestro de ceremonia que dirige cualquier evento, los graffiteros y los bailarines que muestran sus destrezas físicas en la danza. “El Hip Hop es una herramienta de expresión, un arte, donde escribimos a través de rimas”, explican.

¿Qué es ser un escritor? ¿Cómo se escriben las historias? ¿Por qué escribimos? ¿Para qué sirve la literatura? Las palabras, que no se las lleva el viento, forman parte de este programa. “Escribir es repasar relámpagos, acercarse a las voces de una calle, yo digo para no pertenecer a un punto en el silencio, quiero frecuencias, un ruido sobre la noche cuando todos duermen”. Martín Caiza, Ivana Simeone y Brunto Perattoni hablan de su oficio: la literatura, la escritura. 

En este ensamble experimental de distintas subjetividades juveniles, el capítulo de Cadáver Exquisito registra la importancia de los cuerpos, cotidianos. El baile, la danza, el teatro, el contacto entre los pies, las orejas, los brazos, las piernas. “Mi cuerpo es mi herramienta para trabajar: se alojan la risa, el bien y el mal, los estereotipos, los recuerdos, el placer, los gestos y la locura”, dice una de las bailarinas. “No me gusta pensar en mi cuerpo como una herramienta, como algo que está fuera de mí”, comenta otro. Un actor, sobre el escenario, concluye: “Mientras estoy en escena, mi cuerpo es habitado por miles de personas y personajes, de gestos, sonidos, aromas, y un montón de sensaciones inexplicables”.

El cadáver exquisito, ese juego de creación grupal donde intervienen dos o más personas, se interroga sobre el hacer colectivo, el azar y los experimentos. La literatura, la pintura, la música, la fotografía, el cine, la danza, forman parte de este juego entre los adolescentes y los jóvenes. Las paredes que hablan en el arte urbano, la música de la orquesta, el hip hop en la esquina de un barrio, el azar, aleatorio, de todos esos elementos, enfocados en las imágenes de una ciudad en movimiento: con todos sus gestos, sus prácticas y sus sentimientos.

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