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07 de Julio del 2017

Imágenes y sonidos para narrar la interculturalidad

Imágenes y sonidos para narrar la interculturalidad

El primer desafío del ciclo de unitarios fue pensar cómo contar audiovisualmente la hibridación de culturas e identidades.

La oficina es amplia y luminosa. En el centro hay una mesa rectangular que en pocos minutos se llenará de pequeños papeles de colores en los que anotaremos frases y palabras clave. Sobre el escritorio también hay cuadernos, biromes, resaltadores y un mate caliente que girará durante varias horas. Es la primera reunión oficial para pensar Ensayos sobre interculturalidad, el nuevo ciclo de Señal Santa Fe y el debate promete ser largo. 
¿Qué es la interculturalidad? ¿De qué manera abordarla audiovisualmente? Durante un mes largo, investigamos: leemos artículos de autores que estudiaron el tema antes que nosotros, acopiamos datos, escuchamos ponencias. También miramos películas y documentales, muchas de ellas no tienen nada que ver con la materia, pero igual buscamos porque necesitamos referencias que nos inspiren y nos ayuden a pensar este ciclo en imágenes y sonidos. También pensamos el contenido ¿Cuáles son las historias que vamos a contar? ¿Cómo lo vamos a hacer? La entropía inicial es caótica y por momentos angustia como la hoja en blanco del escritor. Las posibilidades son todas, pero todo y nada a veces, puede ser la misma cosa.

Por momentos, cuando nos enredamos en lecturas y autores, hablar de interculturalidad se tornará algo abstracto y académico. Otras veces, al bajar los contenidos a nuestras vidas cotidianas, lograremos identificarnos con el tema, encontraremos complicidad y ejemplos concretos, nos reiremos. También habrá ocasiones en que los intercambios se pondrán tan ásperos como una lija. El debate, en definitiva, será arduo y se extenderá durante varias semanas antes de aproximarnos a un formato audiovisual adecuado y sobretodo, realizable en el tiempo.

 

 

Después de muchas conversaciones acordamos dos puntos: vamos a contar varias historias en cada unitario y lo vamos a hacer a partir de prácticas culturales. Narrar a partir de “verbos”, decimos nosotros: bailar, transmitir, jugar, festejar, curar, verbos que nos guíen como una brújula a lo largo de cada episodio y que, a la manera de un faro, nos ayuden a iluminar los relatos. Un verbo como metáfora, para expresar cómo una misma práctica cultural puede narrar la diversidad que existe en un territorio. El pasado, el modo de transitar el espacio y de mirar al mundo, el sistema de creencias, definen los modos en que llevamos a cabo nuestras acciones cotidianas y construyen sentidos a lo largo del tiempo. Explorar ese terreno es, en este ciclo, uno de nuestros principales desafíos.

A manera de caleidoscopio en el que las figuras y los colores se mezclan construyendo nuevas formas, definimos que nuestros personajes van a habitar, recorrer y cruzarse en un espacio en el que van a ir tejiendo sentidos. Los vamos a registrar en pleno hacer de esa práctica cultural que elegimos como metáfora. Y en esa acción, veremos no sólo sus movimientos o los territorios que transitan e intervienen, sino también las relaciones que generan al moverse.

Para empezar a investigar, decidimos concentrarnos en el verbo bailar porque encontramos en esa práctica, tanto como en la música, una expresión muy significativa de los intercambios entre distintas culturas, ritmos que se fusionan, que en sus orígenes fueron de una manera y que con el tiempo se transformaron en algo nuevo y distinto, producto de las migraciones de los pueblos y de los préstamos que recibieron al llegar a nuevas regiones del mundo.

Posicionados desde esa perspectiva es que empezamos la tarea de pre producción y nos encontramos con historias de gran potencia para pensar la hibridación de culturas e identidades dentro de un mismo territorio.

Así fue cómo conocimos en Rosario a Andrew Dru Mbuya, un joven profesor de danzas oriundo de Nairobi, Kenia que llegó a la ciudad hace algunos años movido por su pasión por el baile y el gusto por difundir sus raíces a través de ritmos como el dancehall y el afrobeat.

En su país natal Dru hablaba Swahili pero desde que llegó a Argentina se comunica en inglés, al español lo entiende, porque sonríe cuando alguien le hace una broma, pero todavía no está listo para usarlo en sus conversaciones. Las entrevistas para conocer sobre su vida y las costumbres que tenía en África y las que tiene acá, las pensamos en castellano pero las hicimos en inglés. Tuvimos varios encuentros con él y aprendimos cómo era su cotidianidad en Nairobi, las competencias de baile que tenía con sus amigos kenianos, los embotellamientos de su ciudad y las largas horas que podía pasar arriba de un colectivo antes de llegar a destino. 
Durante el rodaje, en el que no todos los integrantes del equipo hablaban inglés, empezó a funcionar otro lenguaje, el de los gestos: miradas y señas que, como una suerte de esperanto, sirvieron para coordinar acciones y generar complicidad con el protagonista.

 

Foto: Mauro Barreca Fotos: Mauro Barreca

 

Nuestra búsqueda se fue ampliando por el resto de Rosario y en la zona oeste, en pleno corazón del barrio Bella Vista, descubrimos a un ballet de danzas folclóricas coordinado por una mujer peruana que vive en Argentina. El espacio está integrado por niños y jóvenes de barrios humildes y céntricos, chicos de la comunidad toba y descendientes de peruanos. Las historias que encontramos ahí eran muy distintas entre sí pero compartían algunos rasgos en común.

Durante varias semanas conversamos con los coordinadores y los chicos del Ballet Sipan y les propusimos trabajar con la modalidad de taller para conocer más en profundidad al grupo. Los jóvenes aceptaron la sugerencia y se entusiasmaron con escribir una breve biografía de sus vidas. Sentados alrededor de una mesa, concentrados, pasaron largo rato creando sus semblanzas y después de unas horas, hicimos una lectura colectiva. Cada uno leía su testimonio mientras el resto de sus compañeros escuchaba en el más absoluto de los silencios. Cada tanto surgían risas cuando alguna oración graciosa camuflaba un chiste y también hubo abrazos y palabras de aliento cuando algún relato describía momentos tristes o difíciles de sus propias vidas. Esa experiencia con los chicos resultó enriquecedora, funcionó para crear un vínculo de confianza y fue apenas un anticipo de lo que pasaría semanas más tarde al regresar con todo el equipo grabar en el Sipan.


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